Un trocito de....

"Quizá tuvieran razón en colocar el amor en los libros... Quizá no podía existir en ningún otro lugar" Willian Faulkner


jueves, 14 de julio de 2011

Nanorrelato nº 115. Empezar de nuevo

Ya no podía casi leer. El esfuerzo que tenía que realizar no ya para ver las letras sino para seguir las líneas en el orden correcto, sin saltos que convirtieran el texto en algo absurdo, era sobrehumano. Andar, hablar, comer, también se habían modificado en tareas harto dificultosas, hecho que las transformaba por tanto en acciones nada atractivas. Sólo le quedaba recordar como tabla de salvación en estos últimos años. Pero…recordar sólo hasta un determinado momento. A partir de ahí, la evocación pasaba a ser una tarea tan difícil como las demás, y el dolor provocado inaguantable. Así que, siempre que llegaba a ese punto, intentaba volver a leer o a andar o a cualquier cosa que provocara dificultad, para que la imposibilidad, el dolor, hiciese rebobinar los recuerdos, engañar a su mente, y empezar de nuevo.

lunes, 11 de julio de 2011

Nanorrelato nº 114. Nuestro amigo

Lo primero que le preguntó nuestro amigo al cirujano, justo antes de quitarle la venda, fue si realmente se le reconocería.
    Imposible, ya verá. Se acaba de convertir usted en otra persona.
  ¿Seguro? Mire que no me importa pagar lo que sea. Lo importante es que no exista ni rastro de mi anterior aspecto.
    Quede tranquilo.
Una vez retiradas las gasas y viendo el resultado de la operación en un espejo, nuestro amigo quedó conforme. Efectivamente no quedaba ni el menor atisbo de la  precedente apariencia.
   Por cierto, no sé si me meto en lo que no me llaman pero ¿Cuál es la razón de cambiar tan drásticamente de imagen?
    Para no quitarme la vida. No me quedaba otra.

domingo, 10 de julio de 2011

Nanorrelato nº 113. El trozo de tela

Una vez, en un viejo pañuelo, fueron a encontrarse una gota de agua y una lágrima. En un primer instante no se dijeron nada, pero al poco empezaron cada una a esgrimir sus poderosas razones de posesión de la tela.
    Este pañuelo es de mi propiedad, ya que mi dueño se secó en él el resultado de un desastre amoroso.
    De eso nada. Este pañuelo fue tirado en la calle y yo, caída del cielo, fui a posarme en él. Por tanto es mío.
Después de un buen rato discutiendo, oyeron un grito desesperado:<< Dejadme en paz. Respetad mi silencio y…mi soledad>> les dijo el pañuelo, que empezaba a ser agitado por el viento de la madrugada.

miércoles, 6 de julio de 2011

Nanorrelato nº 112. Papiroflexia

  ¿Cómo quién seré? ¿A quién me pareceré? ¿A don Quijote? Umm… ¿Madame Bovary?  ¿El guardián entre el centeno? ¿Bartleby el escribiente?
    No veo nada de eso en mi bola, amiguita.
    Y... ¿qué ve?
    Agua.
    ¡El mar! Eso es: El viejo y el mar. La segunda parte, estoy convencida.
    Puede ser. Pero podría ser un río o un arroyuelo...no estoy seguro.

De pronto, la consultante sintió un dolor agudo a lo largo de todo su cuerpo, un dolor ‘rasgado’, como si la arrancaran de algún sitio. A éste le siguieron otros dolores articulares, como si la doblaran en partes más pequeñas. Y en forma de barquito, escrupulosamente blanca, la hoja de papel fue a perderse en la alcantarilla más próxima.
 

sábado, 2 de julio de 2011

Nanorrelato nº 111. Yo también

Érase una vez un hombre que no creía en lo que hacía, a pesar de salir todos los días en su barca a pescar. No creía en su trabajo, sí,  pero no era ningún sinvergüenza, así que madrugada tras madrugada recorría con su minúscula barquita la distancia que él consideraba prudencial y óptima para llevar a cabo su objetivo. Un buen día le adelantó una barca mucho más pequeña que la suya, lo que le llamó mucho la atención. No sólo le rebasó, sino que se adentró en el mar una distancia ‘enorme’ según sus cálculos, realizados mentalmente y dados por buenos por su larga experiencia. Se preocupó por el probable destino fatal de aquella embarcación, así que decidió esperarla por si necesitaba cualquier tipo de ayuda. Al cabo de unas horas, la barquita volvía a puerto y, al cruzarse con el honrado pescador, éste entabló una conversación:
    Con esa barca tan pequeña, amigo mío, no debería adentrarse tanto en la mar.
    Ya, pero las sirenas se encuentran mucho más lejos de donde tira usted la red.
Dibujo realizado por el pintor Jesús Oliván

Nanorrelato nº 110. Los dos pájaros

Era la primera vez que le hacía caso a la palabra adiós, vamos que le llamó la atención. Era la señal, sin duda, para matar dos pájaros de un tiro, ya que los tiempos que corrían el ahorro debería de estar presente en todas las facetas (siento la perspectiva economicista pero aunque narrador omnisciente no soy estanco a lo que está ocurriendo). Así que…se maquilló especialmente para la ocasión y salió a la pista para presentar su última función. Salió de maravilla, los payasos hicieron el número del siglo, el motorista fantasma estuvo espectacular, y los trapecistas bordaron sus piruetas como nunca. Al final, transmitió a su querido público el adiós recibido unas horas antes. Ya estaba muerto el primer pájaro. Llegó a su caravana << ahora queda el segundo>>

viernes, 1 de julio de 2011

Nanorrelato nº 109. ¿Un tercero?

Érase una vez un valiente, un cobarde y un tercero que no estaba muy claro hacia que lado se inclinaría la balanza si pusiera en los platillos su valor. Llegaron hasta el borde de un precipicio empujados por una bestia infernal que desde hacía tiempo los perseguía. Una vez allí y viendo cada vez más cerca las fauces, ya que la halitosis era por momentos insoportable, el valiente optó por tirarse al vacío valorando el aumento de las posibilidades de su supervivencia si no se quedaba allí parado. El cobarde, como no podía ser de otra manera, se puso en cuclillas de espaldas a la bestia y esperó pacientemente a ser devorado. El tibio, en el último momento, a escasos centímetros de la gigantesca boca de la cual colgaban restos musculares, optó por brincar al vacío y, a diferencia del valiente que consiguió llegar vivo al suelo, él murió, ya que no saltó para salvar la vida, no: se tiró con el objeto de suicidarse, lo cual, consiguió a la primera. Una historia muy parecida se la oí contar también a un viejo monstruo rodeado de sus nietecitos. Pero el monstruo, en ningún momento habló de tres sino de dos: un valiente y un cobarde.