El odio,
penetró. Ni profundo ni superficial. Se situó en la distancia exacta para que
sacarlo fuese imposible y digerirlo, también. Y desde esa posición privilegiada
comenzó a dominar hígado, páncreas, estómago….y corazón, cuyos latidos fueron
sustituidos por golpes de tambor de oficial de galeras. Y cuando llegó al
cerebro, sentimientos, recuerdos y poemas memorizados, fueron borrados de
inmediato, y sustituidos por gráficas de rendimiento. Al llegar a las manos, lo
escribió todo en su curriculum vitae,
en el apartado de aptitudes directivas <<Ahora,
a esperar que me contraten. ¡No todos valen para mandar!>>
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