Lo encendió y apagó casi a la
vez. Pasó un rato e hizo lo mismo, aunque tardó un poco más en apretar el botón
de desconexión. Transcurrió otro ratito, más corto que el anteriormente
referido, y encendió…y ya no lo apagó. Llegó hasta la pantalla del pajarito
azul y en un alarde de valentía activó el chat. Miró, puso a trabajar sus dedos
y escribió. En cuanto la frase fue enviada al mundo del éter sintió un descanso
terapéutico << Me va a oír. Se va a enterar. Ya verás, se va a caer de
culo>>. Pero esa pequeña batalla supuestamente ganada enmierdó más su mente. Claro, no había
contestación y… peor: las marquitas de recibido no se teñían de azul, el color
del amor en estos tiempos modernos. << No lo lee ¡No le interesa! >>
El pajarito no siempre trae buenas noticias. A veces, no abre el pico para
decir: pío, pío. Tu “pío, pío”, quiero decir.” FIN.
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