Un trocito de....

"Quizá tuvieran razón en colocar el amor en los libros... Quizá no podía existir en ningún otro lugar" Willian Faulkner


jueves, 29 de septiembre de 2016

Nanorrelato Nº437. Marido pesadilla

El oponente de la otra empresa la miraba fijamente mientras vomitaba frases intentando destruir sus argumentos con axiomas ideológicos totalmente falsos: lo que se escondía detrás de ese léxico fácil era dinero, mucho dinero. Muchísimo. Nada de ideología ni cosa que se le parezca. Ella lo sabía, llevaba mucho tiempo en estas lides y no se dejaba seducir por una “manzana”, por muy buen aspecto que tuviese…la serpiente. Sus compañeros de trabajo, sentados al lado, en la enorme mesa de reuniones cuyos brillos parecían ajenos a lo que allí se estaba diciendo, la apoyaban con frases de aplomo y movimientos de cabeza de asenso, que lo que decían realmente era: a ver si te estrellas y te cesan…lista. Ella también lo sabía, traducía magníficamente en varios idiomas, idiomas amigos y enemigos, lo que se llama bilingüe vamos. Y mientras aguantaba el embate de unos y los puñales de otros interpretando su papel como si estuviese estudiando al mismísimo Beltor Brecht, a punto de desplomarse sonó un wasab:
<<Ya no me quieres. Es evidente. Llevas tres horas sin decirme nada. Esto es el final>>
Después de sonreír casi imperceptiblemente, sacó fuerzas de donde no había e hizo una exposición que desconcertó a todos, a un lado y a otro; y ganó más tiempo, fundamental para prepararse la siguiente. Cuando salía de la sala dijo en bajito: gracias, marido pesadilla ¡Qué haría yo sin ti!

viernes, 23 de septiembre de 2016

Nanorrelato nº 436. La cita

Estaba como un flan: nerviosito perdido. Se había echado colonia sobre colonia y sobre colonia. El traje, la corbata y su correspondiente pasador, los zapatos relucientes, el pañuelo bien planchado…todo. Todo repasado al dedillo para causar la mejor impresión posible. Cuando se disponía a salir de la habitación, entró la cuidadora.
<<Don Arturo: su hijo está abajo, esperándole>>
<< ¡Maldita sea! No puedo ir; tengo una cita muy importante. Estos chiquillos siempre vienen en el peor momento>>
<<Pero… ¿con quién se ha citado, si en esta residencia sólo hay hombres?>>
Y guiñándole un ojo, salió directo hacia su deseado destino.

viernes, 9 de septiembre de 2016

Nanorrelato nº 435. La transmutadora soledad

«¡Solo!», sonó en su cabeza nada más despertarse, produciendo la misma sensación que tiene un perro ante la explosión de un petardo.  «Pero… yo no quiero estar solo», surgió con la velocidad de una incógnita fácil de despejar. «¿Por qué? ¿En qué momento empezó…esto?», siguió con las preguntas buscando una lógica que le llevara a buen puerto. «Tengo que buscar solución. Así no puedo seguir. Yo no me merezco este malestar» Y…de un salto, se levantó y se puso a andar sin rumbo. Iba tan ensimismado en “sus cosas” que un claxon insistente y un grito de ¡Quita chucho! le hizo orillarse más al arcén instintivamente. «¡Fíjate si estaré solo que parece como si fuese un perro abandonado!»

martes, 6 de septiembre de 2016

Nanorrelato nº434. Un(a) fantasma

Érase un fantasma. Un fantasma de verdad, no un fantoche. Vestía una sábana blanca con dos agujeros muy negros a modo de ojos. No eran muy bonitos pero… ¡por algún lado tenía que ver!  Podía, como solución, haber cortado totalmente la parte que cubría su cabeza y haberse hecho una especie de poncho con la sábana, pero al no ser de un tejido más fuerte no le pareció apropiado. Pero su gran problema era la bola que llevaba constantemente atada a su invisible tobillo izquierdo. Quien se la puso aprovechó la ceguera temporal que le produjo cuando le cayó la sábana encima, hasta que hizo los agujeros antes comentados. Sí, en su día o en su siglo que había pasado mucho tiempo de su nueva estructura molecular, miró hacia abajo y la vio: negra, redonda y pesada…y ruidosa, muy ruidosa. Desde entonces siempre se pregunta por qué aquel ser que cubrió ridículamente un cuerpo transparente, que hay que ser retorcido, con una blanquísima sábana, además le ató semejante peso << No te lo preguntes: quítatelo, que no escuchas porque estás bloqueada ¡Yo te ayudo!>> Le volvió a gritar, por enésima vez, una regia y brillante armadura. 

lunes, 5 de septiembre de 2016

Nanorrelato nº 433. Sin saber qué hacer

Llevaba muchísimo tiempo “sin saber qué hacer”. Tanto, tanto…que ni tan si quiera se acordaba del problema que había originado semejante duda, con lo que la situación empeoró al haber dos incógnitas: qué hacer y ¿por qué hacerlo? Dicha aberración existencial degeneró lógicamente en un estancamiento generalizado de todo, de todo… todo. Y, apoyado en el alféizar de su minúscula ventana de su pequeño pisito, del gran arrabal de la enorme ciudad, fue encendiendo una y otra vez miles de cigarrillos con la esperanza de que en cada nuevo que prendía le llegase infusa la doble respuesta, aunque según pasaba el tiempo con sólo una solución se habría conformado. No cuento el final, porque es muy feo.

viernes, 2 de septiembre de 2016

Nanorrelato nº 432. Volver a comenzar

Poco a poco, casi sin darse cuenta, se fueron vaciando todos los acaramelados frascos de su perfumería (interior). Los distintos ungüentos balsámicos, colonias finísimas tanto de mujer como de caballero y esencias que evocaban  vergeles orientales dignos de otra época, se esfumaron de sus recipientes. En uno de los anaqueles cerebrales, muy cerca del techo, quedaba un pequeño frasquito que contenía una fragancia exquisita. Nuestro protagonista lo “miró” fijamente. Sabía que el concentrado era de una calidad suficientemente buena como para empezar de nuevo “el negocio”, para volver a comenzar. Pero no: lo utilizó para perfumar su nota de despedida.