Érase una vez un genio
español. Digo esto porque su morada habitual no era una cobriza lámpara a la
que bruñir para verle cara a cara, sino un botijo. Como todos los de su
especie lo que peor le sentaba era estar dentro de su casa encerrado,
situación en la que mataba el tiempo deseando que algún ser humano bebiese por
el pitorro pequeño y por el grande unos segundos determinados y, como en el
caso de sus congéneres arábigos cuando eran frotadas sus lámparas, salir al
encuentro de la persona afortunada para satisfacerle en sus deseos, para una
vez cumplidos (como todo el mundo sabe), volver de nuevo a su oscura e incómoda
morada. Pero un día su aborrecido botijo se rompió, y fue libre. Al cabo de
algún tiempo, la tristeza invadió su etéreo cuerpo dando paso a sensaciones que
jamás había sentido pero que había observado infinidad de veces. Se dio cuenta
de que al perder su casa ya no podía hacer de genio, ya no podía hacer feliz a
ningún ser humano y, en una centésima de segundo, se arrepintió de tantos
siglos de maldiciones a su botijo del alma: comprendió, por primera vez, la
causa de la desesperación de esas personas cuando se encontraban al borde de
perder “sus botijos”.
Un trocito de....
"Quizá tuvieran razón en colocar el amor en los libros... Quizá no podía existir en ningún otro lugar" Willian Faulkner
jueves, 30 de noviembre de 2017
miércoles, 29 de noviembre de 2017
Nanorrelato Nº 481. Canción del pirata bueno
Avisté el navío desde lo alto del puente de mando y, presto, ordené
rumbo hacia él. Una vez a su altura, mi tripulación lo cañoneó desarbolándolo a
la primera andanada, quedando la malvada goleta a merced de nuestro honrado
buque. Mis hombres, raudos como nadie, abordaron el barco de los malvados
piratas, dando por fin un final feliz a tantas fechorías cometidas. Una vez
encarcelados los bucaneros en la bodega, mis fieles marineros traspasaron todas
las riquezas que habían sustraído durante sus execrables días de navegación,
que rápidamente me puse a clasificar para devolvérselas a sus legítimos dueños…
<<Estás hablando en sueños,
Ambrosio. Venga, vete despertando que hoy nos manifestamos prontito. Y no te
olvides, como el otro día que ¡vaya disgusto me diste! de tomarte la pastilla
de la tensión, del riego, del estómago y del corazón…Vamos, que no te olvides
de ninguna>>
lunes, 27 de noviembre de 2017
Nanorrelato Nº 480. ¡Jamás!
A diferencia de sus
anteriores y posteriores reencarnaciones, esta, de la que vamos a hablar, le
marcó más. Tanta fue su importancia que, a pesar de la imposibilidad divina en
la existencia de la más mínima contaminación entre las distintas vidas,
arrastró en todas las siguientes cierta parte indestructible. Sí, jamás pudo
olvidar nunca ni siendo aquel capitán de barco, aquel carpintero bonachón,
aquella lombriz lozana, aquella grulla comedora de lombrices, aquel caballo percherón, aquel feliz cocinero…, jamás pudo olvidar, repito, el dolor sufrido
durante el maltrato vivido en aquel nefasto matrimonio. Jamás pudo deshacerse
totalmente de las humillaciones, los golpes, las hirientes lágrimas tanto de
ella como de su hijo, agarrado a su pierna, al palo mayor, rezando en bajito
que pasara pronto la tempestad. ¡JAMÁS!
jueves, 23 de noviembre de 2017
Nanorrelato Nº 479. Ángor
Tumbado en la motorizada
camilla, los rectángulos, cuadrados y líneas que habitaban boca abajo en el techo, iban
pasando a una velocidad pasmosa, mientras las luces, que se intercalaban entre
ellos, se mezclaban como si fuese la paleta de un impresionista en pleno brote
creativo. La respiración fuerte, decidida, que oía detrás, proveniente del
protagonista de la motorización, apagaba con facilidad el resto de sonidos. De
pronto, al frenar en seco, con la sorpresa que ofrece un guiñol callejero,
llenaron el espacio tres caras amigables y preocupadas. Sólo hablaba una de
ellas, con rapidez, mucha rapidez. El dolor desapareció a la par que varias
manos se posaron sobre el dolorido pecho, reconfortándolo ¡Qué maravilloso
color verde! Se acabó.
Se lo vuelvo a dedicar a mi amigo Leo, el cardiólogo
martes, 21 de noviembre de 2017
Nanorrelato Nº 478. Las estrellas
No podía más. Estaba
prácticamente agotado. La liza era “a muerte”.
Deseó con todas sus fuerzas no poseer ningún rasgo humano. Se desesperó,
tembló y volvió a desesperarse. Y…, entró con su cuerpo. Un poco más tarde, eso
sí, ya que su mente le había tomado la delantera y estaba apoyada en la barra.
Miró las botellas como si de un gran planetario se tratara. Todas las
“estrellas” le parecían maravillosas y… ¡estaban tan cerca!
— ¿Qué quería, señor?
— Eh…un vaso de agua, si es tan amable.
— Aquí tiene.
— Gracias ¿Qué le debo?
— Nada, por Dios. Es sólo un vaso de agua.
— No. Es mucho más, caballero.
— Bueno, lo que usted diga, pero no le pienso cobrar nada.
— Muchas gracias. Buenos días.
Salió antes que su mente,
con una sensación horrible y maravillosa.
lunes, 20 de noviembre de 2017
Nanorrelato Nº 477. La gama de colores
Se despertó tranquilo y miró
hacia el techo; casi de inmediato se dio la vuelta con el propósito de volver a
conciliar el sueño. No tenía prisa, ni para levantarse, ni para dormirse. De
pronto, le asaltó suavemente la respuesta que un día le ofertó su
mujer:<<La gama de colores lo dirá>> ante la pregunta <<
¿Crees que soy el hombre de tu vida?>> Estuvo años y años interrogándola
por el significado de aquello, a lo que ella jamás le respondió << ¡Que
cabezona!>>Se dio la vuelta, de nuevo, buscando una posición más cómoda y
al acabar el giro vio sus plateados cabellos desordenados en la almohada y
recordó como habían ido virando desde el negro más azabache y…, la respuesta
vino flotando. Volvió a dormirse con el silencioso arrullo del argénteo
reflejo.
jueves, 2 de noviembre de 2017
Nanorrelato Nº 476. Angola
Cayó fulminada. Los ojos de la
impotente madre se arrojaron sobre aquel todopoderoso occidental que no había
podido salvar la vida de su hija, la cual sólo tenía hambre…, desde siempre.
Por la cabeza del formado médico, de
forma automática, pasaron síndromes,
niveles de electrolitos, ósmosis, dobles membranas lipídicas, proteínas
diversas, y no sé cuántas jilipolleces más, intentando, como había hecho
siempre, justificar científicamente el por qué se había muerto la paciente.
Pero, de la misma forma que una brizna de hierba atraviesa el duro asfalto
aunque parezca imposible, ese execrable acontecimiento hizo que fuera más
humano para siempre, aunque…, como todo tiene su precio, sobre todo en el mundo
de Freud, todas las noches cuando está solo se toca en el corazón las dos
úlceras, una por cada ojo, que le tatuó
la madre al vomitar a ciegas la injusticia que llevaba dentro. Y no se
lo dice a nadie. Es el dolor, su secreto, el que le recuerda que es mejor,
mucho mejor.
Para mis amigos FER (Dr. de la
Calle) y Belén (Dra. Fernández). Allá en
Angola…..
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