El chiquillo lanzó la
flecha con todas sus fuerzas y su mejor puntería. Blanco. Su abuelo cayó al
suelo inmediatamente ya que la saeta le dio en pleno ojo derecho y el dolor
ocasionado era, de momento, inaguantable. Las personas se repartieron en dos,
los que fueron a socorrer al abuelo y los que regañaron al niño. ¡Qué
fatalidad! dijeron a la vez los dos líderes de ambos grupos, con ese ojo tan
hinchado no le podemos dejar en la residencia…, siempre hay imprevistos que
descabalan todo, continuaron apuntalando los seguidores de ambos jefes. En un
rato pequeño, cuando nadie estaba pendiente, el abuelo guiñó el ojo bueno al
nieto que le correspondió con el dedo pulgar hacia arriba mientras iba camino
de cumplir el castigo impuesto a su habitación.
Un trocito de....
"Quizá tuvieran razón en colocar el amor en los libros... Quizá no podía existir en ningún otro lugar" Willian Faulkner
lunes, 29 de enero de 2018
jueves, 25 de enero de 2018
Nanorrelato Nº 491. La crisis
No recuerda el día en que se
convirtió en asesino y mucho menos cuando admitió al mercado y pasó a ser
asesino a sueldo, porque fue en ese
orden. Todos sus trabajos habían sido siempre impecables, y escribo eso porque
jamás le habían echado el guante. Pero llegó la crisis y las crisis son para
todos, para los que venden coches, para los que diseñan interiores y para los
que te meten una bala del calibre 7,62 en la cabeza a mil metros con viento en
contra. Así que a la vez que unos se iban al paro súbitamente, a él empezaron a
caerle trabajos cada vez peor pagados, lo que implicaba por ejemplo que sus
disfraces ya no eran tan buenos: de hecho una vez utilizó una peluca que le
produjo un sarpullido que le impidió trabajar durante un tiempo y dejar rastro
de su identidad en el Centro de Salud. Al último lo mató con un garrote delante
de todo el mundo. ¡Maldita crisis!, exclamó mentalmente, escondido en una
pensión de mala muerte mientras oía a la dueña golpear en la desvencijada
puerta mientras le gritaba que le debía una semana.
jueves, 18 de enero de 2018
Nanorrelato Nº 490. Gratuito
Érase un periódico
gratuito. Estaba muy deprimido, ya que él quería ser otra cosa, una revista
médica especializada, un catálogo de divertidos juguetes que los niños ansiosos
ojearan una y otra vez, quizá un boletín autonómico que contuviese resoluciones
importantes.., yo que sé, otra cosa vamos. Estaba harto de pasar de mano en
mano y de dormitar en las horas bajas de afluencia de viajeros encima de un
asiento, puesto de cualquier forma. Tenía las esquinas dobladas de tanto lector
descuidado y le dolían bastante. Cuando alguien lo agarraba, porque era eso lo
que hacían con él, agarrarle, pasaban las hojas muy rápido, como si lo que
mostraba no tuviese importancia y eso no era cierto, pensaba él, llevo lo más
importante de las noticias, la actualidad más rabiosa, pero…, como soy gratuito
la gente cree que lo que guardo dentro de mis entrañas no es valioso. Las
personas sólo valoran lo que cuesta dinero y cuanto más mejor. Un día estuvo a
punto de llamar a un psicólogo, pero un viajero que tuvo la deleznable actitud
de al terminar la hojeada convertirlo en una turuta, se enteró que era psicólogo cuando contestó al móvil. ¡No
hay esperanza! Así que siguió agarrado a sus sueños y fabulaciones como, por
ejemplo, que sería algún día un ejemplar de The
Lancet.
viernes, 12 de enero de 2018
Nanorrelato Nº 489. ¡No te rindas!
Una pastilla, otra y la
siguiente. Trago de agua final, enérgico, para cerciorarse que ninguna de ellas
se esconde en algún recoveco de la boca, <<porque todo el mundo sabe que
las píldoras no quieren deshacerse, no desean morir, si no ¡qué van a curar! >>
El orden era fundamental, primero la amarilla y después la azul, <<que
sale verde, como los árboles, porque si trago la azul con la roja se pone de un
morado..., y yo ya no quiero más moratones ni dentro ni fuera. ¡Y a ponerme bueno!>>
P.D.: A los que luchan contra
enemigos invisibles y poderosísimos.
lunes, 8 de enero de 2018
Nanorrelato Nº 488. El amor
Tenía el veneno dentro (o
el antídoto, que eso sólo depende de cada uno). Su monstruo se lo dosificaba
aceptablemente para que llevara una vida normal, gaussiana digamos. El problema venía cuando de repente en la
televisión oía alguna canción de juventud, como la “chica de ayer”, que entonces ese monstruo, que parecía comedido,
empujaba de golpe el émbolo de la jeringuilla que contenía esencia de amor puro
y todo su organismo se convulsionaba ante tal concentración repentina. De
hecho, si estaba cerca alguna persona de las que habitualmente le cuidaban en
la Residencia, le miraban si tenía el parche de nitroglicerina despegado
mientras le tomaban el pulso, a la par que le echaban la bronca << en cuanto se sienta así dígalo de inmediato,
que no espere…, que es peor>> También le había ocurrido alguna vez al
encender la radio del coche alguno de sus hijos mientras le llevaban, pero
todos eran unos conductores excelentes y nunca perdían la vista de la
carretera, como él les había enseñado.
Gracias, Nacha Pop.
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