Las ovejas empezaron a
saltar la valla ordenadamente, de nuevo. Una, otra y otra y cuando estaba a
punto de dormirse… ¡Zas! Los párpados subían como dos persianas impacientes.
¿Por qué? Pues porque la supuestamente última oveja se paraba ante el obstáculo.
Se negaba a brincarlo, vamos. Claro, ese flagrante incumplimiento de su
obligación le hacía sobresaltarse y, en definitiva, no pegar ojo. Así que harto
y desesperado tomó las de Villadiego y se atizó una benzodiacepina a la que las
ovejas, como todo el mundo sabe, son tremendamente sensibles. Pero antes de
saltar obligada por la tiranía del fármaco, le dijo en bajito: es muy difícil
convencerme que ser un esclavo es correcto. Mañana tendrás que tomar el doble
de dosis.
Un trocito de....
"Quizá tuvieran razón en colocar el amor en los libros... Quizá no podía existir en ningún otro lugar" Willian Faulkner
miércoles, 28 de febrero de 2018
viernes, 16 de febrero de 2018
Nanorrelato Nº 496. El hombre del tiempo
Estoy muerto. Sí, lo
estoy. No parece lógico ver esas nubes aquí, tan cerca. Pero me duelen las
muñecas y no debería haber dolor donde quiera que esté. ¿Estoy muerto? ¿Seguro
que sí lo estoy? ¿Es lógico que estas nubes, que parecen cirros, y los cirros sólo
se encuentran en la franja comprendida entre los ocho y doce mil metros de
altura, estén tan cerca? ¿Y estos pitidos? Parecen de un hospital. NO, no estoy
muerto. Ahora recuerdo: sólo soy el hombre del tiempo que…, ya no quería ser
“el hombre del tiempo”, y también he fallado, como otras muchas veces, en la predicción que yo creía
más segura.
viernes, 9 de febrero de 2018
Nanorrelato Nº 495. ¡Feliz cumpleaños!
Cuando cumplió 175 años,
mientras soplaba las velas hincadas en una tarta de dos metros cuadrados que
los nietos de sus tataranietos le habían regalado porque era la única que
podía contener semejante número, comenzó a pensar en hacerse un plan de pensiones,
¡que ya estaba bien de ser un inconsciente! Era hora de empezar, con
tranquilidad eso sí, a asegurar el día de mañana. Y al día siguiente, ni corto
ni perezoso, se acercó a la sucursal que más lejos encontró, ya que era muy
celoso de su intimidad y hacer una cosa así, pensó, pudiera llevar a engaño a
sus vecinos que al enterarse interpretaran cierta cobardía ante el futuro. La
persona que le atendió, con los ojos como platos durante toda la entrevista ya
que, además de preguntar por el plan de pensiones, intercalaba frases de
“podríamos merendar juntos, señorita” y “en mi pueblo tengo una casa con
chimenea”, le negó todas las proposiciones, las de tipo personal y, por
supuesto, la apertura de cualquier plan dada su elevada edad. Pues no entiendo
nada, le espetó: cuando vine hace noventa años a comprar preferentes, la
persona que me atendió no me puso ninguna pega de mi, entonces, “elevada edad”
y aceptó el dinero con una sonrisa de oreja a oreja. ¡Tú te lo pierdes! Y…,
volvió a su partida de mus. ¡Tu abuelo jugaba mejor! Qué deshonra de nieto, a tus cien años ya
podrías haber aprendido algo. Eso es por comer brócoli y no panceta… ¡Manolo,
ponme otro coñac que este jovencito paga!
jueves, 8 de febrero de 2018
Nanorrelato Nº 494. Vitae
¿Tiene usted enchufe? Le
preguntó justo cuando su curriculum vitae
estaba a un centímetro de la bandeja. Se quedó parada sin saber muy bien qué
contestar, con esa duda que crea la incomprensión. Pero cuando el otro
hemisferio cerebral tomó el control, le respondió, como siempre le habían
enseñado, diciendo la verdad: no. En ese instante, el centímetro se convirtió
en un metro y el papel volvió a su mano. Notó incluso que todavía estaba
caliente ya que sus yemas coincidieron con exactitud en el sitio que las había
puesto durante la espera. En un alarde de valentía dijo: tengo dos carreras y
cinco máster. El último todavía lo estoy pagando. Pero mujer… ¿No ve usted la
televisión? ¿Es que no se informa? Eso no vale para nada, y más siendo mujer.
¡Ay, cuánto daño hacen las películas!, dijo el individuo mientras se daba la
vuelta abandonando el sitio. En ese instante sonó un disparo seco que inundó la
sala de ruido y silencio. Lleva usted razón, hacen mucho daño, sobre todo las
de tiros. Y el manojito de folios cayó al suelo educadamente, sin aspavientos,
sin hacer nada de ruido, como corresponde por otra parte a un brillante
currículum.., ya sin vitae.
miércoles, 7 de febrero de 2018
Nanorrelato Nº 493. La vida
¡Fuera, esto se hunde! Le
gritó la desesperación, a la que por cierto había hecho caso en todo lo que le
fue susurrando durante tanto tiempo para que se subiera en esa lancha
desvencijada, que ahora tenía que abandonar. Una vez en el agua su desilusión le
obligó a borrar las letras que había pintado en el casco cuando, sin que nadie
le viera, la bautizó como “Vida”. Todas las cosas que llevaba en su cabeza
fueron una a una abandonando el cráneo con la misma prisa que él había saltado
por la borda, al compás del frenético ritmo de las dentelladas que le daba el
mar. Cuando le encontraron, tenía asida en su mano el trozo de tiza, único
vestigio de cuando enseñaba en la Universidad y maravillaba a sus alumnos
desentrañando, mediante ciclos bioquímicos, la belleza de la existencia.
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